ya no sé si el mundo mira para arriba o para abajo o para ambos lados, si la tierra gira para la derecha o para la izquierda, si la lluvia es radioactiva o si el sol es tan dañino. no sé que zapatillas me voy a poner mañana, si las negras o las blancas, y no sé cuanto me va a quedar en informática en este trimestre (arriba o abajo de siete, eso es lo que importa). no sé si hay tantas vidas alrededor mío que pasan mientras tanto, y no sé si son más o menos difíciles que la mía, no sé si entiendo a todos mis conocidos o si tendría que hacerlo. no sé si mañana voy a morirme o si va a ser como siempre, pero hay algo que sí se, y es que nadie sabe nada (así es como tiene que ser).

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era mágico ver como volaba la pintura (roja, azul, amarilla) desde tus manos femeninas hasta el atril. casi que parecía un espiral, uno con infinidad de colores y el movimiento de tu cuerpo alrededor del espacio, con alguna que otra risa de por medio en un contexto de pura naturalidad. y casi parecía que te ibas a desprender del planeta tierra, saltar y no volver más (no quiero eso, yo quiero agarrarte y que te quedes por siempre) sin embargo, tus pupilas desprendían deseo de tener el poder para no regresar, para irte y explorar, conocer muchísimos colores nuevos, muchísimos aromas, muchísimos paisajes y una gran cantidad de atriles sin comenzar a manchar. vos querías vivir, querías sentirte infinita sin descanso alguno (para nunca más detenerte) por lo que, un bello día de sol, te entregué mis alas y te dejé ser.

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