animal coming alive.
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eirene.
miércoles, 24 de agosto de 2011 | 14:05 | 0 comments


Un dulce tintineo, chillidos por doquier, un suave brebaje adentrándose en sus venas y silencio. Eso fue todo lo que Eirene logro divisar en su viaje a la eterna prisión. Con un ágil pispaz toda su vida permaneció allí detrás, posterior a los actos que cometió en sus diecisiete años. Ella no lo supo, no descifró siquiera un sencillo detalle. De un instante para otro, desconoció su pasado tanto como desconocía su futuro y su presente.

Sintió el suelo asfaltado con las palmas de sus manos cuando su consciencia regreso como un misil a su mente. Su parpado pestañeo unas cuantas veces hasta elevarse finalmente y observar el amplio y brillante cielo celeste saludándola. No obstante, aquella bóveda celestina mantenía un dato curioso. Era peculiar, diferente. Cuando nuestra protagonista logro divisar con claridad el ambiente en el que se encontraba, noto que el cielo era más bien sombrío, aquel no era el cielo que ella conocía. Pegando un atemorizado respingo, se coloco en una sentada posición, con la extrañeza e inseguridad cargada en sus ojos marrones como el chocolate. Una ruta, amplia, y desolada. Sin tan solo un insignificante coche que la recorriera, sencillamente ella. 

Con una suave delicadeza y un temor que todo lo que cometía era aumentar, roto los ojos con un imprescindible cuidado hacia sus ropas. Unos pantalones cortos de cuarta mano y una opaca camiseta que apenas reconocía. Absolutamente todo en aquel sitio le surgía como un objeto desconocido. El todo y la nada eran desconocidos. 

Tragó saliva. No existía punto tal en el que se sintiera tan excedidamente desprotegida, la falta de certeza era insaciable y la firmeza era sin duda alguna falible. Las horas, los minutos, el periodo que permaneció allí echada, aguardando a por una señal fueron incontables. Se encontró controlada por el temor a lo desconocido hasta el conciso instante en el que una mínima pizca de coraje se hizo paso en sus sentimientos y logro ponerse de pie con sumo pánico. 

Una amplia pero destrozada pradera se extendía ante sus rodillas, justo luego de la cerca oxidada que la separaba de la senda. No le hubiera tomado un excesivo tiempo llegar hasta ella si no hubiera estado a borde del colapso nervioso. Sus charolas se esfumaron junto con la ropa compañera y sencilla que portaba una eternidad antes de encontrarse completamente desorientada, con frío y temor hasta las puntas de sus dedos, verifico aquel hecho cuando el herbaje se hizo sentir por debajo de las plantas de sus pies. Fue en aquel momento en el que su idea de soledad fue descubierta errónea. Una pequeña casilla se encontraba a millas de allí, aquella misma le permitió a Eirene darse una pequeña sonrisa de esperanzas. La alegría aumentaba paso a paso. ¿Quién sabe? Tal vez encontraría a sus padres esperándola con un almuerzo recién preparado, con la bella noticia de que ambos tenían un verificado permiso para regresar con ella y protegerla del peligro que acechaba, o como mínimo una ayuda. Aunque tal vez todo lo contrario.

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